23/1/09

Cosas Simples V. Pitaya Agria


Hay cosas que uno pasa sin ver, desatento.

Incluso si uno las observa parecen exentas de significado, huecas y muertas.

Nada más falso. Miren si no.

Estos son los restos del fruto de una pitaya agria. Evidentemente no fue consumida por un ser humano. 


¿Quién se lo comió?

Sepa la bola.

Lo que me impresiona es que en esa "huequez" haya tanta vida. 

Me explico. 

Es casi cierto que un pajarito-pajarraco llegó, la picoteó y se zampó buena parte del fruto.

Es casi cierto que luego llegaron avispas a libar y chupar de su azúcar.

Es casi cierto que llegaron hormigas tragaldabas a llevarse cachitos de pulpa y, tal vez, alguna semilla.

Cabe la posibilidad de que un ratoncito de campo llegase a mordisquearla (lo dudo, la abertura era pequeña, pero, a la mejor, era un ratoncititito).

Lo cierto es que comérsela fue bueno para ellos y, en esencia, también para "ella".

Y eso es porque, cabe la posibilidad, de que la popó del pajarraco-ratón haya dado lugar a una nueva pitaya.

También cabe la posibilidad de que las hormigas, al enterrar una semilla, hayan dado lugar a una nueva pitaya.

Pero, la neta, la neta, es que las avispas si son bien gorronas.

Y ya.

RRS

7/1/09

Gravedad o ...


EL CERRO RENCOROSO Y LAS PITAYAS DOBLEGADAS.

Una vez andaba trepando por el monte cuando, de la nada, surgió un animalito del matorral xerófito.

Había oído hablar de ella en algunas rancherías. Era la ardilla cola roja, de la cual no se sabe si está en peligro de extinción o únicamente ha existido siempre un ejemplar que jamás ha muerto; lo cierto es que más escasa no puede ser.

Me habían dicho que hablaba, pero yo nunca les creí o, en todo caso, suponía que hablaría alguna de las variantes de las lenguas indígenas ya desaparecidas, fuese el pericú, guaycura o cochimí. En otras palabras, no se le entendería nada.

Por ello me sorprendió que me empezase a hablar en español aunque, a fin de cuentas, no sé por qué. Una cosa es que esté casi extinta y otra que sea taruga. Su español es curioso, como antiguo. Supongo que empezó a aprenderlo hace poco más de trescientos años, cuando los españoles lograron asentarse en la península.

Total, la ardilla me dijo: 

- ¡Detente! ¿Sabes lo que estás haciendo?

- Pus subiendo, le contesté.

- ¡Eres un ignorante! Párate y te cuento.

Y pues como hacía calor y había una sombrita sabrosa, acepté.

Lo que me dijo es que andaba yo en las faldas del “Cerro Rencoroso”, y que desde hacía miles de años ese cerro se había dedicado a hacerle la vida imposible a las pitayas.

Entonces yo le pregunté: ¿Cómo les hace la vida imposible? Y, además ¿qué tengo yo que ver con las pitayas, si soy persona?

Ante esto la descarada me contestó: ¿Te bañaste o eres punk? ¿Te viste en el espejo antes de venir? ¡Viejo menso, pareces pitaya!- me dijo- y pus no, no me había bañado ¿para qué, si iba a sudar trepando el monte?

Total. Me platicó que en la punta del “Cerro Rencoroso” había una Pitaya bien soberbia, que se la pasaba haciéndole burla, diciéndole que ella era más alta que “Él”, que de ahí arribita todo se veía más chiro, y así.

En venganza el "Cerro Rencoroso" hacía que todos sus descendientes y parientes se doblegasen ante "Él".

Yo le dije que yo tenía que ver eso pero, sobre todo, fotografiarlo, ya que si no nadie me iba a creer. Así que le pregunté si no me podía ayudar.

Ella me dijo que había un sendero secreto por el que era posible subir sin hacerle cosquillas al monte, pero que yo debía conducirme con cuidado, porque si lo hacía con mi habitual torpeza (¿?) y hacía que las piedras cayeran rodando, me quedaría jorobado como las pitayas.

Obviamente le dije: ¡Vamos pues! Y nos lanzamos. Estas son las fotografías:

Ya yendo hacia arriba se me hizo evidente que la maldición era selectiva. Como se ve en la foto previa, las biznagas hacen ahí lo que se les pega la gana. Por otro lado, en la cima, los cardones se erguían como acostumbran. Lo que pasa es que ambos son silenciosos.

Me comentó también que, a las que se atrevían a tratar de crecer, los fulminaba con ayuda de su amigo el “Rayo” o, ya de plano, y pese a poner en riesgo su propia integridad, provocaba un deslave.

Cuando empezábamos a bajar se me ocurrió decirle: 

- ¡Híjole ardillita! De veras lo que es ser ignorante y no saber de la “Gravedad”.

Me lanzó una mirada que jamás olvidaré, y me dijo:

- ¿Crees que no sé que la gravedad es directamente proporcional al producto de las masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia? ¿Crees que no sé que es esa fuerza la que provoca que las cosas caigan? Chale. De veras que los humanos son soberbios.

Me quedé estupefacto.

Se fue, airada, dejándome ahí arriba.

Yo me bajé, despacito, cuidando de no hacer rodar ninguna piedra.

Y ya.

RRS